Para este cuento hemos elegido como competencia clave la comunicación lingüística.
¡Esperamos que os guste!
REGLAS DE
ORTOGRAFÍA
Era martes, día de la semana que no gustaba mucho al
protagonista de esta historia. Luis se levantó a las siete y media como siempre
que había clases, ya que los fines de
semana se le pegaban las sábanas, era bastante perezoso.
Hoy era un día como
otro cualquiera para él, lo único interesante eran unas prácticas en el
laboratorio de ciencias y el último repaso para el examen de Lenguaje del día
siguiente, una prueba bastante difícil comparado con los que solía hacer de
esta materia.
De repente, mientras
se estaba vistiendo…
-
¡Luis!
A desayunar - exclamó María -. Una mujer de mediana estatura, pelo castaño
y grandes ojos, acusadores la mayor parte del tiempo.
-
¡Ya
voy mamá! - contestó él.
-
¡Venga
hijo, que se enfrían las tostadas! -
-
¡Sí,
mamá! -. Mientras bajaba los escalones
de dos en dos poniéndose una camiseta.
A
veces, María era capaz de sacar de sus casillas a su hijo.
Tras
desayunar, y después de jugar un rato con su perra Samba, se encaminó hacia la
puerta de casa para dirigirse al colegio. A pesar de que estaba cerca, esta vez
el trayecto se hizo más largo de lo normal, no se sentía bien del todo. ¿Le habría sentado mal el desayuno?.
Las horas de clase parecían interminables,
no terminaba de recuperarse. La cabeza le daba vueltas y el estómago le dolía. Y en la clase de
repaso para el examen, no consiguió enterarse de nada. Pensó que iba a
suspender.
De
regreso, Luis no mejoraba. Al entrar en casa le dijo a su madre que no tenía
hambre, que subiría a su habitación para ponerse a estudiar o al menos lo
intentaría.
No tardó mucho en quedarse dormido sobre la
libreta de Lenguaje, se sentía cansado y con dolor de cabeza.
Se despertó de un resorte creyendo que se
había quedado dormido para el examen, tras mirar el reloj, respiró aliviado y
se dirigió al servicio. Solo había pasado 30 minutos.
Al
abrir la puerta de su cuarto,
una potente luz lo cegó. Tras
acostumbrar la vista fue dándose cuenta que ante él, se abría un mundo nuevo.
¿Estaría volviéndose loco?.
Luis vio a lo lejos ¡dos letras!, un poco extraño, ¿no?.
Conforme se iba acercando asombrado a ellas,
más claro tenía que estaban discutiendo.
-
¡La
m y la p! - gritó Luis.
-
Perdone, ¡la
señora M y el señor P! - respondieron las dos letras a la vez.
Luis tenía curiosidad del porqué discutían y
preguntó:
-
¿Por qué os
peleáis? -.
-
Porque estamos
cansados de que casi siempre estamos juntos a la hora de formar palabras, como
por ejemplo ¨campo¨ - dijo el señor P.
Luis, en aquel momento, pensaba en como
solucionar aquella situación y no en como había terminado en ese sitio.
-
Pero debéis
estar juntos. Por ejemplo en la palabra campo, es algo que le gusta a
todo el mundo -.
-
¡Es verdad! - gritaron
los dos juntos.
-
También formáis
¨comprender¨, que es algo muy bueno para estudiar -.
Desde que Luis les habló de esto, las dos
letras que antes discutían, hicieron las paces y decidieron llevarse mejor.
Luis no sabía
donde ir, así que solo anduvo hacia delante. Y tras una hora de camino
se encontró con la letra H, que lloraba
desconsoladamente.
-
¿Qué
te ocurre? - preguntó Luis.
La
letra no decía nada, solo movía los hombros.
-
¿Qué
te ocurre? - volvió a preguntar con voz más alta.
Nada, la letra H no hablaba. Pensando y pensando,
Luis sacó una hoja y un bolígrafo que le regaló su padre por su cumpleaños,
porque si es una letra sabrá escribir.
-
Señor
H, ¿le importaría escribir en el papel que le ocurre? -. De ese modo escribió lo que le pasaba.
-
¡Eres
mudo!, ¿y por eso lloras? - preguntó al leer lo escrito por H.
La letra asintió con la cabeza, lo que
entendió muy bien Luis .
-
Por eso no debes preocuparte, tienes que tener
en cuenta que eres la única en el alfabeto que es muda, y por lo tanto eres muy
especial - concluyó. Luis vio que H se dio cuenta que él llevaba
razón.
-
¡Muchas
gracias! - escribió la letra.
El joven estudiante se sentía muy bien
ayudando a resolver los problemas de las pobres letras.
A lo lejos, Luis vio una acumulación de
letras, eran eñes y elles. Se manifestaban contra la ¨Real Academia Española¨.
-
¿Qué
ocurre? - preguntó
a una Ñ cuando estuvo más cerca.
- Nos
manifestamos porque nos quieren quitar a nosotras y a las elles del
diccionario - comentó indignada.
-
¿Cómo
os pueden quitar? - preguntó sin entender muy bien la situación.
Las letras tampoco entendían como se había
llegado a esa situación. Esta vez, no pudo ayudar mucho , pero sí se dio cuenta
de que como en todo, en el lenguaje también debe haber una evolución. Toda
letra procede de otra que desapareció en su día, al igual que ocurre con las
palabras.
Más tarde, Luis se fijó de qué manera
trataba una palabra a otra y fue a su encuentro.
-
¿Por
qué dejas que te trate así? - preguntó a un monosílabo.
-
Porque
es una palabra con más de una sílaba y por tanto tiene más poder -
contestó el monosílabo.
-
¡Ah,
ya comprendo! -. Luis vio claramente una
lucha de clases.
Tras pensar, nuestro joven le dijo a su
nuevo amigo que en vez de aguantarse buscara a unos cuantos monosílabos amigos
suyos y ya no podrían abusar más de él.
-
¡Buena
idea¡ -
contestó entusiasmado el monosílabo.
Una vez más nuestro amigo tenía razón, las
palabras con más de una sílaba no se metieron más con las palabras más
pequeñas.
Pero este problema iba más allá, las palabras
llanas y las agudas estaban enfadadas como vecinas también. Las agudas decían que solo era bueno llevar
tilde cuando una palabra termina en vocal, n y s. Mientras que las palabras
llanas defendían lo contrario, llevar tilde en las palabras que no terminen en
vocal, n y s.
También se oía de fondo a las esdrújulas, que siempre llevan tilde y se creían las reinas del cotarro.
No llegaban a ningún acuerdo, pero todas eran
necesarias para poder escribir bien, así que Luis siguió andando pensando que
nunca se metería con alguien más pequeño que él.
Tras andar un largo tiempo, se encontró con una ¨u¨, que estaba sola y triste.
-
¿Qué
te pasa? - preguntó Luis con cuidado.
-
Nada,
es una tontería -.
-
Nadie
estaría así por nada - respondió preocupado.
La U explicó lo que le había ocurrido. Dos ¨ies¨ que perdieron sus puntos jugando, se los quitaron a la U de la diéresis y
ya no podía jugar con sus puntos como antes.
Para Luis no era un problema tan tonto y tras
un rato de reflexión…
-
¡Ya
lo tengo! -. Buscó de nuevo su
bolígrafo.
-
Te
escribiré los dos puntos de la diéresis con mi bolígrafo - le
explicó alegremente a su último amigo.
-
¡Muchas
gracias! ¡ya puedo jugar con ellos!
Tras
despedirse de ü, continuó con su travesía.
Esta vez era él, el que estaba triste porque
se encontraba lejos de casa y además tenía un examen al día siguiente, al que
no sabía si podría asistir.
-
¡Oh,
no! -
lo que faltaba pensó. Era la palabra ¨examen¨ que iba en su busca.
-
¿Qué
te pasa?, ¿por qué estás triste? - preguntó el examen a Luis.
Su respuesta fue que mañana tenía un examen
muy importante si quería aprobar el curso entero.
-
No
debes preocuparte mucho, tu ayuda a las letras y palabras te servirá para
aprobar - dijo el examen de Lenguaje.
Cuando iba a responder, empezó a oír cada vez
más claro un sonido… ¡Bip, bip, bip…!. Luis se despertó de un salto, todo había
sido un sueño.
-
¡Oh
no!, ¡me he quedado dormido y no he estudiado nada! -
gritó. Pensaba que estaba perdido y que ya no le daría tiempo a repasar
nada.
-
¡A
desayunar Luis! - lo llamó
su madre.
-
¡Ya
voy mamá! - respondió mientras bajaba las escaleras
intentando recordar algo de lo que había repasado en clase.
Tras desayunar, se fue directo hacia el
colegio con el libro en las manos.
-
¡Ey
Luis! ¿cómo llevas el examen? - preguntó al alcanzarlo su mejor amigo,
Roberto.
-
Lo
llevo bastante regular…no se puede dejar todo para lo último -
contestó con pocas ganas.
Sentado en su silla, esperaba que la
profesora Melia le diera la hoja del examen. Luis estaba muy nervioso.
-
No
me acuerdo de nada, voy a suspender
- pensó.
Pero al mirar las preguntas del examen se
acordó de todo lo vivido en el sueño. No pudo evitar formar una pequeña sonrisa
de alivio en sus labios.
Al día siguiente le dijeron la calificación
del examen, había sacado un sobresaliente. Así que aprobó el curso y siempre sacó
buenas notas hasta graduarse trabajando diariamente.
FIN