miércoles, 2 de marzo de 2016

Cuento, ¨Reglas de Ortografía¨


  Para este cuento hemos elegido como competencia clave  la comunicación lingüística.
  ¡Esperamos que os guste!



REGLAS  DE  ORTOGRAFÍA




    Era martes, día de la semana que no gustaba mucho al protagonista de esta historia. Luis se levantó a las siete y media como siempre que había  clases, ya que los fines de semana se le pegaban las sábanas, era bastante perezoso.
   Hoy era un día como otro cualquiera para él, lo único interesante eran unas prácticas en el laboratorio de ciencias y el último repaso para el examen de Lenguaje del día siguiente, una prueba bastante difícil comparado con los que solía hacer de esta materia.

   De repente, mientras se estaba vistiendo…
-         ¡Luis! A desayunar  -  exclamó María  -. Una mujer de mediana estatura, pelo castaño y grandes ojos, acusadores la mayor parte del tiempo.
-         ¡Ya voy mamá!  -  contestó él.
-         ¡Venga hijo, que se enfrían las tostadas!  -
-         ¡Sí, mamá!  -. Mientras bajaba los escalones de dos en dos poniéndose una camiseta.
A veces, María era capaz de sacar de sus casillas a su hijo.

Tras desayunar, y después de jugar un rato con su perra Samba, se encaminó hacia la puerta de casa para dirigirse al colegio. A pesar de que estaba cerca, esta vez el trayecto se hizo más largo de lo normal, no se sentía bien del todo.  ¿Le habría sentado mal el desayuno?. 

   Las horas de clase parecían interminables, no terminaba de recuperarse. La cabeza le daba vueltas  y el estómago le dolía. Y en la clase de repaso para el examen, no consiguió enterarse de nada. Pensó que iba a suspender.

   De regreso, Luis no mejoraba. Al entrar en casa le dijo a su madre que no tenía hambre, que subiría a su habitación para ponerse a estudiar o al menos lo intentaría.
   No tardó mucho en quedarse dormido sobre la libreta de Lenguaje, se sentía cansado y con dolor de cabeza.

    Se despertó de un resorte creyendo que se había quedado dormido para el examen, tras mirar el reloj, respiró aliviado y se dirigió al servicio. Solo había pasado 30 minutos.
   Al  abrir la puerta de su cuarto,  una   potente luz lo cegó. Tras acostumbrar la vista fue dándose cuenta que ante él, se abría un mundo nuevo. ¿Estaría volviéndose loco?.

    Luis vio a lo lejos  ¡dos letras!, un poco extraño, ¿no?.
   Conforme se iba acercando asombrado a ellas, más claro tenía que estaban discutiendo.
-         ¡La m y la p!  -  gritó Luis.
-         Perdone, ¡la señora M y el señor P!  -  respondieron las dos letras a la vez.
  Luis tenía curiosidad del porqué discutían y preguntó:
-         ¿Por qué os peleáis?  -.
-         Porque estamos cansados de que casi siempre estamos juntos a la hora de formar palabras, como por ejemplo ¨campo¨  -  dijo el señor P.
  Luis, en aquel momento, pensaba en como solucionar aquella situación y no en como había terminado en ese sitio.
-          Pero debéis  estar juntos. Por ejemplo en la palabra campo, es algo que le gusta a todo el mundo  -.
-         ¡Es verdad!  -  gritaron los dos juntos.
-         También formáis ¨comprender¨, que es algo muy bueno para estudiar  -.
 
  Desde que Luis les habló de esto, las dos letras que antes discutían, hicieron las paces y decidieron llevarse mejor.

  Luis no sabía  donde ir, así que solo anduvo hacia delante. Y tras una hora de camino se encontró con la letra H,  que  lloraba  desconsoladamente.
-         ¿Qué te ocurre?  -  preguntó Luis.
La letra no decía nada, solo movía los hombros.
-         ¿Qué te ocurre?  -  volvió a preguntar con voz más alta.
   Nada, la letra H no hablaba. Pensando y pensando, Luis sacó una hoja y un bolígrafo que le regaló su padre por su cumpleaños, porque si es una letra sabrá escribir.
-         Señor H, ¿le importaría escribir en el papel que le ocurre?  -. De ese modo escribió lo que le pasaba.
-         ¡Eres mudo!,  ¿y por eso lloras?  - preguntó al leer lo escrito por H.
  La letra asintió con la cabeza, lo que entendió muy bien Luis .
-          Por eso no debes preocuparte, tienes que tener en cuenta que eres la única en el alfabeto que es muda, y por lo tanto eres muy especial  -  concluyó.  Luis vio que H se dio cuenta que él llevaba razón.
-         ¡Muchas gracias!  -  escribió la letra.

  El joven estudiante se sentía muy bien ayudando a resolver los problemas de las pobres letras.
  A lo lejos, Luis vio una acumulación de letras, eran eñes y elles. Se manifestaban contra la ¨Real Academia Española¨.

-         ¿Qué ocurre?  -  preguntó  a una Ñ cuando estuvo más cerca.
-       Nos manifestamos porque nos quieren  quitar a nosotras y a las elles del diccionario  -  comentó indignada.
-         ¿Cómo os pueden quitar?  -  preguntó sin entender muy bien la situación.
  Las letras tampoco entendían como se había llegado a esa situación. Esta vez, no pudo ayudar mucho , pero sí se dio cuenta de que como en todo, en el lenguaje también debe haber una evolución. Toda letra procede de otra que desapareció en su día, al igual que ocurre con las palabras.


   Más tarde, Luis se fijó de qué manera trataba una palabra a otra y fue a su encuentro.

-         ¿Por qué dejas que te trate así?  -  preguntó a un monosílabo.
-         Porque es una palabra con más de una sílaba y por tanto tiene más poder  -  contestó el monosílabo.
-         ¡Ah, ya comprendo!  -. Luis vio claramente una lucha de clases.
   Tras pensar, nuestro joven le dijo a su nuevo amigo que en vez de aguantarse buscara a unos cuantos monosílabos amigos suyos y ya no podrían abusar más de él.
-         ¡Buena idea¡  -  contestó entusiasmado el monosílabo.

  Una vez más nuestro amigo tenía razón, las palabras con más de una sílaba no se metieron más con las palabras más pequeñas.
  Pero este problema iba más allá, las palabras llanas y las agudas estaban enfadadas como vecinas también.  Las agudas decían que solo era bueno llevar tilde cuando una palabra termina en vocal, n y s. Mientras que las palabras llanas defendían lo contrario, llevar tilde en las palabras que no terminen en vocal, n y s.
   También se oía de fondo a las esdrújulas, que siempre llevan tilde y se creían las reinas del cotarro.
  No llegaban a ningún acuerdo, pero todas eran necesarias para poder escribir bien, así que Luis siguió andando pensando que nunca se metería con alguien más pequeño que él.

  Tras andar un largo tiempo, se encontró  con una ¨u¨, que estaba sola y triste.

-         ¿Qué te pasa?  -  preguntó Luis con cuidado.
-         Nada, es una tontería  -.
-         Nadie estaría así por nada  -  respondió preocupado.
   La U explicó lo que le había ocurrido. Dos ¨ies¨ que perdieron sus puntos jugando, se los quitaron a la U de la diéresis y ya no podía jugar con sus puntos como antes.
  Para Luis no era un problema tan tonto y tras un rato de reflexión…
-         ¡Ya lo tengo!  -. Buscó de nuevo su bolígrafo.
-         Te escribiré los dos puntos de la diéresis con mi bolígrafo  -  le explicó alegremente a su último amigo.
-         ¡Muchas gracias! ¡ya puedo jugar con ellos!
Tras despedirse de ü, continuó con su travesía.

  Esta vez era él, el que estaba triste porque se encontraba lejos de casa y además tenía un examen al día siguiente, al que no sabía si podría asistir.

-         ¡Oh, no!  -  lo que faltaba pensó. Era la palabra ¨examen¨ que iba en su busca.
-         ¿Qué te pasa?, ¿por qué estás triste?  -  preguntó el examen a Luis.
  Su respuesta fue que mañana tenía un examen muy importante si quería aprobar el curso entero.
-         No debes preocuparte mucho, tu ayuda a las letras y palabras te servirá para aprobar  -  dijo el examen de Lenguaje.

  Cuando iba a responder, empezó a oír cada vez más claro un sonido… ¡Bip, bip, bip…!. Luis se despertó de un salto, todo había sido un sueño.
-         ¡Oh no!, ¡me he quedado dormido y no he estudiado nada!  -  gritó. Pensaba que estaba perdido y que ya no le daría tiempo a repasar nada.
-         ¡A desayunar Luis!  -  lo llamó  su madre.
-         ¡Ya voy mamá!  -  respondió mientras bajaba las escaleras intentando recordar algo de lo que había repasado en clase.

  Tras desayunar, se fue directo hacia el colegio con el libro en las manos.

-         ¡Ey Luis! ¿cómo llevas el examen?  -  preguntó al alcanzarlo su mejor amigo, Roberto.
-         Lo llevo bastante regular…no se puede dejar todo para lo último  -  contestó con pocas ganas.

  Sentado en su silla, esperaba que la profesora Melia le diera la hoja del examen. Luis estaba muy nervioso.
-         No me acuerdo de nada, voy a suspender  -  pensó.

   Pero al mirar las preguntas del examen se acordó de todo lo vivido en el sueño. No pudo evitar formar una pequeña sonrisa de alivio en sus labios.
   Al día siguiente le dijeron la calificación del examen, había sacado un sobresaliente. Así que aprobó el curso y siempre sacó buenas notas hasta graduarse trabajando diariamente.







FIN